Los pioneros del running en La Plata | 0221

2022-06-18 15:25:57 By : Ms. Lily Guo

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Franco Torchia corría en los tiempos muertos de su trabajo como maquinista en el puerto La Plata. Pedro Taboada dejó de nadar en la pileta climatizada de la sede de Estudiantes y se le dio por dar vueltas al balcón del primer piso de la cancha de básquet. Desde el primer día que salió a trotar, Alfredo Pechenik registró en un anotador todos los detalles de sus recorridos. Sus nombres junto a los de una veintena de otros corredores constituyen el pelotón de pioneros del running en la región.

Para cuando arrancaron con la actividad, orillando la década del 70, constituían una pequeña nueva y desconocida especie en el panorama urbano que, casi seis décadas después, se ha convertido en legión y expresa un fenómeno que excede por mucho lo meramente deportivo.

Entre aquellos precursores es necesario mencionar a corredores como Alfredo Lombardi, Luis Cardozo, Carlos Scribano, René Otegui, Osvaldo Cacace, Fernando Belmonte, Leopoldo Mancinelli, Alfredo Saddemi, Alberto Zabala y, entre otros, los destacados hermanos Jorge y Ricardo Sosa. Varios de ellos llevan tres y cuatro décadas corriendo y lo siguen haciendo en la actualidad.

Al principio, quienes practicaban lo que aquí empezó por llamarse footing y en el resto del mundo se designaba con la palabra jogging se reunían en la pista de atletismo del campo de deportes del Colegio Nacional o en el Centro de Educación Física N° 2 (CEF) de 532 y 24. Por entonces, nadie corría por la ciudad.

Para ponerlo de un modo sencillo: la primera y gran novedad que establecía la diferencia con los tradicionales atletas de pista, estaba dada porque mientras éstos buscaban una marca en trayectos relativamente cortos, los cultores del footing corrían largas distancias a un ritmo constante y lo hacían en la calle.

Además del número acotado de corredores, casi no había entrenadores. Muchos de los preceptos que poco a poco comenzaron a ganar adeptos derivaban de los planteos del médico norteamericano Kenneth Cooper, promotor del aerobismo y los beneficios de los ejercicios de resistencia para mejorar y alargar la vida. La prédica de Cooper se hizo masiva luego de que éste asumiera la preparación física de la selección brasileña de fútbol que, con Pelé como conductor, se alzó con la Copa del Mundo en 1970.

Aquí, uno de los entrenadores más importantes era el profesor de Educación Física Alfredo Zanatta, un verdadero adelantado que solía inculcar a sus pupilos la importancia de actividad aeróbica como fundamento para una vida sana así como base fundamental para poder desarrollarse en cualquier deporte. Entre los pergaminos de Zanatta se encuentra haber tenido a su cargo durante un tiempo la preparación de la máxima velocista que dio la ciudad: Olga Conte.

Desde la prehistoria del running local hay quien recuerda que el preparador físico Jorge Kistenmacher, que en los 60 revolucionó la forma de entrenamiento de los planteles futbolísticos, llevaba a los jugadores de Estudiantes a ejercitar en el campo de deportes del Nacional y allí impartía generosamente consejos a los corredores amateurs sobre el braceo o la pisada. Entre los corredores también se menciona al profesor Luis Mendoza Pinto, un gran entrenador de atletas de pista. Alguna vez anduvo también por ahí Antonio Silio, el gran fondista entrerriano hoy radicado en España.

Por entonces, en los pocos gimnasios que había en La Plata, como “Iocco” -que tenía horarios diferenciados para hombres y mujeres- o “Franco”, los deportistas se concentraban en el desarrollo de masa muscular con pesas. Un dato puede servir para marcar los cambios: apenas comenzada la década del 90 el gimnasio "Mash", del rugbier Héctor “Pochola” Silva, fue uno de los primeros en incorporar cintas para correr y caminar, un “servicio” que hasta entonces no existía en la ciudad. Para realizar ejercicios como complemento a la rutina de carrera los que corrían en el Paseo del Bosque solían pasar por los espaldares de madera que había bajo los tinglados del Campo de Deportes del Nacional donde era posible hacer fuerza de brazos, estiramientos y abdominales.

Pedro "Lobo" Taboada, uno de los precursores del running local

Por ese tiempo arrancó a correr Alfredo Saddemi. “Me acuerdo que en un verano hacía un calor insoportable y alguien dijo: ‘Che, ¿y si vamos para el Bosque que hay sombra? Y ahí fuimos. En el Bosque nos hicimos deportistas y amigos”, rememora y asegura que el secreto de todo corredor está en la constancia sin la cual, dice, “no se consigue nada”.

Así las cosas, si bien los pioneros se apoyaron en los consejos  de corredores más experimentados y de algunos profesores de la Universidad no es exagerado plantear que, en buena medida, fueron autodidactas que sólo tuvieron como base mínimos aprendizajes y experiencias escolares. Es que tampoco había complementos dietarios ni nutricionistas o médicos especializados y, mucho menos, tecnología para medir el esfuerzo: monitores cardíacos para las pulsaciones o geolocalizadores. A su vez, sólo en un puñado de negocios como SportSan, Matheu o Bastons  podía conseguirse algo de indumentaria adecuada o bien había que buscarla en el exterior, sobre todo las zapatillas. Recién en los años 80 la firma Adidas se instaló como una marca orientada a corredores y, en ese contexto, organizó en 1984 la primera maratón en la ciudad de Buenos Aires impulsada por dos figuras míticas del atletismo: Domingo Amaison y Osvaldo Suárez.

De a poco comenzaron a sumarse nuevos deportistas que ganaron las anchas avenidas internas del Paseo del Bosque, durante largos años principal escenario de entrenamiento de entrenamiento para esa nueva especie llamada: corredores de calle.

“Un vecino me dijo que hacía bien correr y allí fui para ver si era cierto”, cuenta Scribano quien, a falta de otra cosa, se inició en el campo de deportes del Nacional calzando mocasines y un pantalón de vestir arremangado. Una de sus mil anécdotas da cuenta de lo extraño que era trotar por aquel entonces: “Íbamos por la entrada del Bosque y pasa un camión de la empresa de electricidad desde donde nos gritan: ‘¡vayan a trabajar!’. Cuando llegamos a Villa Cariño, vemos que el vehículo se había descompuesto y no podían hacerlo arrancar. Ahí nos ofrecimos para empujarlo y creo que les dimos una lección de vida a esos muchachos”. 

Cada mediodía, con frío o calor -a veces hasta se atrevían con lluvía- los corredores se juntaban en el monumento en homenaje a Bartolomé Mitre ubicado frente a la cancha de Gimnasia en pleno corazón del Bosque. Esos “bichos raros” como los veía mucha gente eran “el grupo de la una” y así se los conoce hasta hoy. Allí se encontraban para entrenar juntos. A mediados de los 80, surgió la idea de darse una organización formal. Así fue que se fundó el Círculo de Atletas Veteranos Platenses que pronto se convirtió en una suerte de entidad rectora de la actividad, una referencia que concentró la organización del calendario de todas las competencias locales. No obstante, todavía se trataba de algo restringido a grupos relativamente reducidos y casi exclusivamente integrados por hombres. Por aquellos días las carreras congregaban entre 100, 300, a lo sumo 500 corredores. Durante varios años los dueños de Bastons cedieron un local para que funcionara el Círculo.

Desde el seno del propio Círculo nació la principal prueba de la región: La media maratón (21 kilómetros) “Tres Ciudades” que a partir de 1986 recorrió las calles de La Plata, Berisso y Ensenada. Hasta entonces sólo conocía como antecedente una carrera organizada por el vespertino La Gaceta del grupo del centenario diario El Día.

Poco a poco una nueva generación fue ampliando y renovando el pelotón de los pioneros. Eran jóvenes con gran entusiasmo como Fernando Guaragnini, Héctor Martínez, Santiago Achucarro, Martín Acevedo, Matías Marquez y Adrían “Indio” Cabello, entre muchos otros. Varios de ellos arrancaron con el mítico “grupo de la una”.

“Recuerdo que cuando empecé a correr iba al Nacional con un bolso en el que llevaba las zapatillas y la ropa, ahí me cambiaba porque no se concebía la idea de que alguien pudiera ir corriendo por la ciudad”, cuenta Marquez, que el mes pasado participó de la maratón de Barcelona y desde 1992 encontró en la actividad un trabajo como coach pero también un modo de vida.

Héctor Martínez, al que todos conocen como el Ruso, empezó acompañando a un amigo que buscaba bajar de peso. Desde entonces no paró, se plegó al histórico “grupo de la una” y hasta hoy ya lleva corridas 52 maratones de 42 kilómetros. El 17 de agosto de 1988 el Ruso participó por primera vez de una carrera de 10 kilómetros organizada por el Centro de Fomento de su barrio, Villa Elvira. Para graficar los cambios operados desde entonces recuerda que en aquella competencia participó con unas zapatillas Flecha y hoy corre con un calzado especialmente fabricado para competir dotado de una placa de carbono que amortigua el rebote con mayor eficacia.

Por esa época también empezó a correr Carlos Martínez, abogado y por entonces legislador del Partido Justicialista. “Yo había hecho atletismo en la escuela y siempre tenía necesidad de correr. He llegado a ir a tribunales vestido de traje corriendo”, recuerda el letrado que en los 90 fue ministro de Justicia provincial y, sobre todo, destaca los lazos fraternos que se tejen entre los corredores. Las reuniones y  comidas de camaradería son una costumbre que llega a nuestros días.

Cuentan que a principios de los 90 el vicegobernador bonaerense Rafael Romá, que había comenzado a entrenar con el profesor Walter Acosta, impulsó la realización de una prueba llamada “8 KM La Plata” que se disputó por primera vez en 1992. Junto Acosta estuvieron en la organización Marcos Pastorini y el ya citado Mendoza Pinto. En aquella primera edición hubo más de 1000 participantes.

La repercusión que tuvo la carrera despertó el interés del municipio y de los gerentes del hipermercado Carrefour que hacía poco tiempo se había instalado en La Plata. Así, el evento, con inscripción gratuita y la entrega de una remera de la firma de origen francés, se volvió realmente multitudinario. Era el comienzo del boom a nivel local. 

La maratón 8KM Carrefour era una competencia abierta que se convirtió en un clásico y se replicó en todo el país. El domingo 19 de septiembre de 1999, la versión porteña de la carrera marcó un hito que aún no ha podido ser superado: fue la competencia de running con mayor cantidad de participantes en la historia del planeta. Aquel día, por las calles de la Ciudad de Buenos Aires corrieron 103.748 personas.

Franco Torchia nació en Italia en 1938 y llegó de niño a la Argentina cuando su familia se instaló en Ensenada huyendo de la guerra. Jugó al fútbol en el club Petirossi y en Gimnasia; corrió casi 400 carreras pedestres y varias maratones.Un día fue a correr la tradicional carrera de las Fiestas Mayas y se le ocurrió que lo acompañara su hijo que también se llama Franco y hoy es periodista. Le dijo: “Esperame acá”. Y se fue con los corredores. A poco de iniciada la competencia se largó una lluvia torrencial. Aquel día Franco padre se dio cuenta de la locura que había hecho pero también pudo constatar la obediencia de su hijo que lo esperó parado en el mismo lugar donde lo había dejado.

Los pioneros y sus anécdotas reunidos en el Bosque pese al frío

Cuando comenzaron las competencias auspiciadas por Carrefour, Santiago Achucarro, que trabaja en el Servicio Penitenciario Bonaerense, propuso llevar a un grupo de presos para que pudieran participar. Achucarro recuerda el entusiasmo de los internos a los que tras la prueba llevó a tomar un helado. “Uno de los muchachos me dijo que él había corrido lento para disfrutar más el momento fuera del penal”, evoca.

Entre tantas historias hay una muy conmovedora. Un día, el Lobo Taboada -que a los 72 años se dio el gusto de correr la Maratón de Nueva York- pidió ayuda para cargar unas cosas antes de una carrera organizada en el Neuropsiquiátrico de Melchor Romero. Vació la habitación que tenía llena de trofeos y los llevó al evento donde los entregó a cada uno de los internos como premio a su participación.

Hoy todo ha cambiado. Proliferan las competencias y es posible ver equipos de running en cuanto espacio abierto existe en la ciudad apto para la práctica deportiva.

El primer grupo de entrenamiento que se formó en La Plata fue “Los Alquimistas”, impulsado inicialmente por Fernando Guaragnini y luego por Martín Acevedo. Entre tantos equipos hay que nombrar a equipos como "Barra Energética" o el "Team Nike" que arrancó en el gimnasio IronMan de Tolosa bajo la capitanía de Achucarro.

“Hay un fenómeno muy importante a nivel social que se incrementó más aún con el Covid pero que no parece ser acompañado con políticas acordes que se preocupen por la formación en el deporte ni la organización de un calendario de actividades y eventos”, opina Achucarro, que se autodefine como un futbolista frustrado y comenzó a correr hace más de 25 años. Hoy entrena a equipos de rugby y a jugadores de tenis. “Correr es la esencia de todos los deportes”, repite y le interesa remarcar ciertos aspectos sociales como la incidencia de las lógicas comerciales en el acceso al deporte y el reconocimiento de la llegada tardía de las mujeres al running como consecuencia del relegamiento femenino en otros aspectos culturales hoy visibles a partir de la llamada ola verde.

Así fueron apareciendo las mujeres corredoras y entre ellas varias con actuaciones destacadas en las competencias como Andrea Graciano (maratón) o, más acá en el tiempo, Roxana del Cid (aventura).

Achucarro está convencido de que hay algo “sanador” en la práctica grupal de los corredores donde se integran diversidades. “Más allá de las individualidades en todos los grupos hay solidaridad y complementación”, dice.

“En los años 70 el mundo asistió a una explosión del fitness a lo que le siguió, en la década siguiente, el running, que se trata de una práctica corporal deportiva vinculada con los sectores de la clase media, alentado por grandes empresas en el marco del proceso de globalización”, explica la profesora de Educación Física y magister en Educación Corporal, Norma Rodríguez, que trabaja desde hace años en la temática. En su  análisis del fenómeno la investigadora trabaja con la hipótesis de que el running “tiene como eje articulador al dolor, al sacrificio y al placer, núcleo vinculante que devela posición social, grupos y prácticas de sociabilidad y deporte en las sociedades contemporáneas”.

Héctor Martínez en plena carrera. 1997

Ricardo Sosa es camarista civil y corre con pasión desde que tenía 22 años, hace cuatro décadas. “Cuando uno empieza es duro, el cuerpo duele, se resiste, pero, superada esa etapa se disfruta mucho”, asegura este hombre de la justicia que tiene en su haber títulos y récords tanto nacionales e iberoamericanos.

Ricardo Sosa, campeón nacional e iberoamericano

Hoy el running parece no tener techo; se organizan pruebas pagas o gratuitas casi todas las semanas. para niños. Una de las carreras para aficionados con objetivos solidarios que en los últimos tiempos adquirió gran convocatoria en la región es la maratón Enrique Delfor de la Canal organizada por la Prosecretaría de Bienestar Universitario y la Dirección de Deportes de la Universidad Nacional de La Plata. La prueba, que suma a la competencia de 10 kilómetros circuitos de correcaminata y recreativo, lleva el nombre de un antiguo docente del Instituto de Educación Física que tuvo a su cargo los torneos universitarios y entrenó a los equipos de vóley de la Universidad. Otra de las citas más numerosas es la organizada por la Defensoría del Pueblo bonaerense, la Fundación Ludovica y la Cooperadora del Hospital de Niños Sor María Ludovica, que en marzo último en su décima edición congregó en el predio de la República de los Niños a unos 10 mil participantes.

En el mundo del running local Alfredo Pechenik es un referente y un modelo. Hoy retirado, Pechenik exhibía constancia admirable: corría 363 días al año. “El otro día hacíamos la cuenta y decíamos que por lo que entrenaba y competía el Ruso Pechenik podría haberle dado más de cuatro vueltas al mundo”, comenta Saddemi.

La mayoría de los corredores experimentados sostiene que una vez iniciada la actividad es muy difícil dejarla y cuando por algún motivo no se puede practicar puede hasta llegar a influir en el carácter y el ánimo de una persona. 

“El cuerpo te lo pide, genera endorfinas que te impulsan a seguir corriendo”, dice Carlos Martínez, convalidando un comentario que se extiende entre la mayoría de los entrevistados.

A Matías Marquez lo mueve, antes que otra cosa, su espíritu competitivo: “Yo si corro quiero ganar”, afirma. Solo en una oportunidad desde que empezó en este metier tuvo un momento de vacilación; fue en 2013 cuando la inundación lo golpeó duro. En medio del escenario de la tragedia lo invadió el desánimo frente a sus trofeos estropeados por el agua: “¿Para qué todo el esfuerzo?”, se preguntó. Guiado por un impulsó sacó todo a la calle. Un amigo lo hizo recapacitar y recuperó los trofeos de la vereda para llevarlos a una cárcel donde los usó en las competencias entre internos. Hoy sigue corriendo y coordina su propio grupo, el "Matías Marquez Team", reconoce que en lo que hace hay algo cuya razón no alcanza a descifrar: “a veces pienso que es solo correr como un chico, correr por correr, sin demasiada explicación”.

Ricardo Sosa dice que se trata es de “superar barreras” y está convencido de que al lograrlo se “produce una sensación tan linda como efímera que uno busca repetir cada vez que vuelve a correr”. Y sugiere la lectura del bestseller del escritor y corredor japonés Haruki Murakami: De qué hablo cuando hablo de correr.

“Correr es algo atrapante. Yo corriendo he sido muy feliz”, confiesa, a su turno Torchia y, por ser el decano de los corredores locales, se queda con la última palabra.

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